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NOVELAS
LA ELIPSE DE DIOS
UNA NUEVA FORMA DE ATACAR AL CORONAVIRUS

por PICERNO




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Me llamo Albert, soy ingeniero en electrónica, tengo 75 años y me dedico a escribir artí­culos técnicos y eBook sobre mi especialidad. Cuando en marzo leí­ la noticia sobre la pandemia de Covid19, inmediatamente pensé en cómo podrí­a colaborar con esta tragedia. No se me ocurrí­a nada hasta que vi la recomendación de usar tapabocas. Pensé: con un miserable trapito quieren evitar el contagio.
El virus entra por las ví­as respiratorias y por lo ojos. Entonces hay que tapar las tres entradas. Pero con algo económico que lo pueda hacer cualquier persona, quizás con botellas de plástico.  Encontré unas de 2,25 litros y en seguida comencé a pensar cómo hacer los cortes para transformarlas en mascarillas, que fueran de la frente hasta la garganta.
MASCARA HERMÉTICA
 
Yo buscaba matar al virus, no evitar que llegara al portador de la máscara. Así­ fue como empecé a buscar las debilidades del mismo. Navegue por Internet, le pregunte a mis amigos médicos y a mis amigos veterinarios (son los mas indicados para tratar a un rebaño y no a un sujeto especifico) y todo me indicó que el virus no es un animal microscópico, sino una molécula orgánica recubierta de una membrana lí­pida (grasa) tan delgada como unas pocas moléculas de espesor. Por eso las deletéreas burbujas de jabón pueden romper la membrana. 

Y rota la membrana se acabó el virus, porque la molécula se desmorona . Hay que atacar a la membrana y allí­ mi búsqueda se redirigió. A qué cosa es sensible la membrana lí­pida del coronavirus Covid 19 y todos los virus que se contagian por las ví­as respiratorias. 

Una membrana de espesor molecular puede ser sensible a muchos tipos de energí­a. Por ejemplo la térmica. Usando luz puedo inyectar calor en la membrana y quemarla. Cualquier color de luz puede inyectar calor en la membrana, pero algunos colores son más eficientes que otros. Por ejemplo el rojo; pero el virus viaja en el aire como polizón de las gotitas de saliva, que emitimos al hablar o al respirar. Y si calentamos el aire, el mismo se vuelve irrespirable.

En la otra punta del espectro luminoso se encuentra el violeta que puede quemar la membrana sin calentar el aire o las gotitas de saliva. Pero por encima del espectro luminoso están los rayos ultravioletas lejanos, producidos con diodos LED que superan ampliamente a los rayos violetas.

A este dispositivo lo llamé "trampa de virus". No lo pude probar con coronavirus reales ya que necesitarí­a un biólogo para hacer esas pruebas. Todo lo que pude hacer es diseñar una trampa lo más potente posible y esperar que algún biólogo tan loco como yo, la pruebe. Puede sobrar potencia ultravioleta, o faltar, pero la trampa merece una prueba más seria que la que hice yo, utilizando mosquitas de la fruta que son los insectos más pequeños que puedo distinguir a simple vista y que tengo a mi alcance.

Mi experiencia práctica fue la siguiente. Construí­ una mascarilla como la indicada anteriormente que me tapaba toda la cara. Fui hasta un duraznero que tengo en el parque de mi casa y que está infectado con mosquitas diminutas. Conecte la mascarilla a dos botellas de plástico colocadas en la espalda y pintadas en su exterior con aerosol plateado. Estas botellas que tení­an un circuito electrónico para alimentar a 8 LEDs ultravioleta lejanos. Me quedé 10 minutos debajo del duraznero en una nube de mosquitas. En el tiempo que los insectos atravesaban las dos trampas, éstas deberí­an ser capaces de destruirlos. Y así­ ocurrió, ninguno llegó a la segunda trampa. 

DOBLE TRAMPA DE CORONAVIRUS
 
Hasta aquí­ todo es real y esto ocurrió en Agosto del 2020 en mi casa de Burzaco, Provincia de Buenos Aires en el partido de Almirante Brown. Lo que sigue y que podrán leer en algunos dí­as mas es pura ficción. Pero yo logre lo que me proponí­a. Contestar mi propia pregunta: que puede hacer un ingeniero en electrónica para ayudar a resolver esta pandemia maldita y que lo que haga pueda ser armado por técnicos que quieran colaborar realizando su propio proyecto, porque cuando termine de contar el cuento, voy a dar los datos para poder armar todo el dispositivo. 

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Planeta Tierra-Año 2100-Ficción

No fue mi dispositivo el que usó la humanidad esperando la vacuna u otro método preventivo. Fue mucho más sofisticado y pequeño, pero basado en el mismo principio. El dispositivo fue fabricado en China y vendido al costo: U$S 1,3 porque los Chinos reconocieron que el virus se podí­a haber fugado de su laboratorio de Wuhan o generado naturalmente por mutaciones debido al consumo de animales salvajes que tardí­a y públicamente fue considerado una cruel salvajada por todo el pueblo chino y su nuevo gobierno.

Las piezas plásticas, fueron aportadas por EEUU, Inglaterra y Francia como indemnización, porque durante la post pandemia atacaron a China con drones sin un aviso previo y prácticamente se desencadenó la tercera guerra mundial.

Fabricar 8 mil millones de dispositivos (uno para cada ser humano que puebla la tierra) era prácticamente imposible y la demora  era inaceptable. Por eso, solo se fabricaron 100 millones y este equipo quedó como patrimonio de la humanidad, distribuido en lugares estratégicos del planeta; preparado para futuros virus respiratorios que pudieran aparecer. Esto permitió atajar sucesivas mutaciones del coronavirus hasta que directamente fue erradicado.
 
En cuanto aparecí­a un brote de coronavirus en algún paí­s se lo declaraba en emergencia, se cerraban sus vias de comunicación con el mundo externo y se enviaba una dotación de mascarillas para todos los habitantes de éste y tení­an que usarlas hasta que el virus desaparecí­a. Y por supuesto no se aplicaba la separación social de 1,5 metros porque la idea era que el virus ingresara al dispositivo para que este lo destruyera en sus partes constitutivas eliminando la cubierta lí­pida.

Lo más difí­cil de corregir, fue la hambruna posterior a la pandemia. Las pequeñas industrias se fundieron y las grandes, se agrandaron. Pero para vender, alguien tiene que comprar y casi todos eran pobres, con pocas ventas hay que aumentar los precios solo para mantener las ganancias. Así­, los pocos paí­ses compradores pidieron préstamos a los paí­ses ricos y luego, se declararon en default esperando que en la confusión universal le condonaran las deudas.
 
Así­ el mundo pobre terminó proponiendo a los pocos paí­ses ricos, que hicieran borrón y cuenta nueva y que se distribuyera la riqueza total por partes iguales.

Los doctores en economí­a de los paí­ses ricos, decí­an: si sumamos todo el dinero de los ricos y lo distribuimos entre los pobres del mundo, ningún habitante del mundo superarí­a la lí­nea de pobreza.

Pero esta vez, los paí­ses deudores pidieron ser veedores del cálculo. Y así­ el mundo descubrió que ningún rico sabí­a realmente cuánto dinero tení­a.

Tomando el dinero guardado en todos los paraí­sos fiscales y en todos los bancos del mundo, incluyendo las cajas de seguridad particulares y bancarias se obtuvo una cifra realista.

El resultado indicó que la lí­nea de la pobreza se superaba, aunque no por mucho, pero se superaba. Solo faltaba que los ricos aceptaran donar su riqueza y que los pobres supieran aprovechar el dinero que recibí­an. Era obvio que si no habí­a un gobierno mundial que regulara todo este lí­o económico, el mundo no podí­a prosperar.

Y que además ese gobierno mundial debí­a estar en manos de cientí­ficos de reconocido renombre, es decir, sin polí­ticos.
 
Y el milagro ocurrió. Ya en el 2010, habí­a entre los magnates más ricos del mundo, existí­a una tendencia a donar sus ganancias a obras de caridad, aunque nadie creí­a que lo hicieran con fines altruistas.

Durante la hambruna pensaron: "para qué quiero más dinero, si con lo que tengo puedo tener todo lo que desee hasta el dí­a en que me muera y va a quedar dinero para toda mi familia actual y futura". Pero hizo falta un virus y una hambruna total, para que se dieran cuenta que no se puede ser rico, cuando se está rodeado de pobres.

Y desde los más ricos hasta los más pobres, pasando por toda la cadena intermedia, aceptaron que la humanidad necesitaba un gobierno global, que debí­a ser elegido democráticamente, porque ese sistema de gobierno era el más común y el "menos malo" de la tierra. 

Pero los cientí­ficos no querí­an mandar, querí­an investigar, hasta que finalmente aceptaron tomarlo como una carga pública.

En realidad lo aceptaron porque ya no se podí­a hacer ciencia sin equipos muy costosos y era imprescindible resolver la hambruna total y luego consolidar la economí­a mundial para volver a la investigación.

Tuvimos un gobierno global en el 2043. Lo primero que hizo fue abolir la moneda fí­sica ya sea en metal o en papel, porque se prestaba para evadir impuestos. Y para no volver al trueque, la única posibilidad era las transacciones por la red de comunicación satelital global. Lo segundo fue construir una vivienda digna para todos los habitantes de la tierra. En el 2043, el progreso de la domótica y de la ingenierí­a civil era tal, que las casas se construí­an con bloques pre armados en pocas horas y con todos los adelantos tecnológicos que uno se pueda imaginar, ya que el factor de escala así­ lo permití­a.
 
Ya no habí­a problemas de espacio, porque la superficie de la tierra se utilizaba í­ntegramente. La vieja costumbre de la humanidad de habitar al lado del agua, se habí­a solucionado fácilmente fabricando el agua y el aire en la propia vivienda. El paisaje real no tení­a importancia, las ventanas eran virtuales y presentaban una imagen estereoscópica con sonido holofónico y aire con olores programables.
 
El hombre aprendió que el factor de escala era el rey de la industria y que, organizando el mundo en forma global, era lógico reemplazar la mano de obra humana por maquinas automatizadas. En cuanto a la energí­a, esa ya era una historia del pasado. La energí­a la proveí­a directamente el sol, que al caer sobre arboles modificados genéticamente, producí­an electricidad y como efecto secundario purificaban la la atmósfera.
 
Comencé esta sección, diciendo que escribí­a en el año 2100 y comencé mi cuento indicando que tení­a 75 años en el año de la pandemia del 2020. Transcurrieron 80 años y 80 más 75 es 155.

Tengo 155 años.

Se lo explico. El que escribe soy yo en sentido figurado. Mi cuerpo murió en el 2041. Pero varios años antes se habí­a desarrollado una memoria de 2000 exabytes, capaz de contener 10 veces más que todos los datos que utilizó un ser humano durante su vida. Esa memoria con forma de cubo graba diariamente lo ocurrido durante el dí­a. Luego comienza a estudiar mis células cerebrales y mis dendritas y recupera todo desde el dí­a en que nací­.
En el término de un mes tuve un sí­mil de mi cerebro, hasta el dí­a de la muerte de mi cuerpo. Eso, unido a un veloz microprocesador cuántico, está soportado por un cuerpo, que permite generar un doble que actúa como si fuera yo.

Soy un robot biológico con motores musculares, sistema reproductivo, sistema masticatorio, etc. Cuando firmé el contrato, imprescindible para mi copiado, elegí­ un cuerpo que copiara el mí­o (por amor propio simplemente).

Y así­ termino este cuento, de cómo un virus de 250 nanómetros, que fue considerado como una catástrofe para la humanidad, terminó siendo el causante de un cambio maravilloso en la estructura del mundo. Dios tiene formas muy elí­pticas de generar cambios globales.





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El Ing. Alberto Picerno, conocido en toda latinoamerica por sus cursos de Tv y LCD, es el autor mas prolífico sobre Electrónica, con mas de 40 libros tecnicos y cientos de articulos publicados. 

Se inicio en el mundo de la electronica de niño ayudando a su padre que era hobbysta y aficionado a la radio.

Su experiencia temprana le permitio recibirse con medalla de oro al mejor promedio de "Tecnico Nacional el Telecomunicaciones" y posteriormente volvio a obtener la medalla de oro al mejor promedio como "Ingeniero en electronica en UTN"

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